Esta retórica [la afirmación de que el bando
republicano representaba la legalidad y el orden mientras que el bando nacional
fomentaba la represión violenta sin escrúpulos] recuerda a la de la campaña de
1935 sobre la represión en Asturias, falsa en un porcentaje elevadísimo, como hemos visto, pero que forjó el espíritu del terror de 1936 y, desde luego, desafía a la experiencia y a la estadística. Aunque hubo una durísima represión en los primeros años de posguerra, en la que debieron de caer responsables de crímenes junto con inocentes, ni de lejos existió tal exterminio de clase o no de clase. La
inmensa mayoría de quienes lucharon a favor del Frente Popular (más de 1.500.000 hombres), de quienes lo votaron en las elecciones (4.600.000) o vivieron en su zona (14 millones) ni fueron fusilados ni se exiliaron; se reintegraron pronto en la sociedad y rehicieron sus vidas, dentro de las penurias que en aquellos años afectaron a casi todos los españoles. Esto es tan obvio que resulta increíble leer a estas alturas semejantes diatribas, quizás pensadas para “envenenar”, en expresión de Besteiro, a jóvenes que no vivieron la guerra ni
el franquismo.
MOA, Pío, El derrumbe de la segunda república y la
guerra civil, Ediciones Encuentro, Madrid, 2001, p.556.
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